La piel y las enfermedades dermatológicas

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La piel es un órgano complejo y extenso al que se le han asignado múltiples funciones a lo largo del tiempo, todas ellas fundamentales para una correcta homeostasis del organismo. Constituye, además, una barrera biológica viva y juega un papel fundamental en la imagen que ofrecemos al resto del mundo. Por lo tanto, existe un gran interés entorno al cuidado de la piel1.

La piel tiene una función integral que abarca un gran espectro: protectora, con propiedades inmunológicas, endocrinas, sensitivas, metabólicas y termorreguladoras. Como un órgano que es, puede verse afectado por enfermedades locales específicas, pero también de expresar una patología sistémica subyacente de base orgánica o psiquiátrica.

La prevalencia de las enfermedades cutáneas es amplia, llegando a alcanzar, aproximadamente el 10 % de todas las consultas realizadas en Reino Unido. Sin embargo, la realidad observada en los centros asistenciales muestra que más del 20 % de la población tiene una afección cutánea, del que únicamente el 25 % consulta a su médico2.

La alteración de las funciones normales de la piel puede derivar en enfermedades crónicas (condición que se mantiene en el tiempo) o agudas (situaciones que aparecen de forma repentina y tienen un fin a corto plazo); ambas afectan negativamente a la calidad de vida de los pacientes.

Además, hay una gran variedad de tumores, tanto benignos como malignos, que aunque no suelen tener una conducta agresiva, deben conocerse para diagnosticarse precozmente.

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